jueves, julio 20, 2006

El Regalo

Esa mañana todo era diferente, por alguna extraña razón hoy no se sentía él mismo. El día de hoy se sentía invadido por el espíritu y el corazón de Jack Twist y el mundo era de otro color, más brillante y alegre.

Había visto los guantes en la vidriera y enseguida una imagen había aparecido ante sus ojos: las manos de Jack vestidas de esos guantes.

Por alguna razón no dejaba de pensar en eso así como en el hecho de que jamás le había regalado nada a Jack. Pero, ¿qué le pasaba?, Jack tampoco le había regalado nada a él, no se hubiera atrevido, lo conocía y sabía que era orgulloso como nadie, que se hubiera sentido ofendido ó molesto porque él no contaba con tanto dinero como Jack para hacerle un regalo.

Sin embargo, por alguna extraña razón no se podía quitar esos malditos guantes de la cabeza, se regocijaba imaginándose la cara de Jack si se los obsequiara: sorpresa, alegría y sonrisas por montón. Algo que además le hacía se sonreir como idiota era imaginarse la manera como Jack se los agradecería: los besos, las caricias, el goce que disfrutarían juntos, de solo pensarlo se sentía algo excitado y molesto a la vez.

De todas formas no tenía dinero para comprarle a Jack los malditos guantes, y si los sacara a crédito, eso no garantizaba que se atrevería a dárselos a Jack después de tenerlos. Sentía que se le haría un nudo en la garganta y que no hallaría la manera de darle ese presente, le parecía que sería como mostrar su lado débil o peor aún, un lado romántico que él no creía tener.

De todas formas no aguantó más, de seguro se arrepentiría toda la vida pero lo hizo a pesar de todo. Fue y habló con el dueño de la tienda, le dió todo el dinero que tenía encima en adelanto por el pago por lo guantes, y como éste lo conocía de hacía tiempo acepto el trato. Ahora no se podría tomar ni una triste cerveza hasta su próxima paga, pero lo más raro era que no le importaba un cacahuate, la bolsa escondida en su camioneta era como un secreto que lo llenaba de dicha, ya casi no podía esperar que llegara el día de ver a Jack otra vez.

Pasaron dos meses. Ennis estaba listo ya para volver a las montañas, montó sus cosas en la camioneta y se fue a toda máquina al encuentro de Jack, por todo el camino iba pensando cómo le daría el regalo: ¿sería una sorpresa? ¿se lo daría cuando llegara o esperaría para luego? ¿después de hacer el amor tal vez? No se decidía, y pensó que cuando le llegara la inspiración se los daría y trató de no darle más vuelta al asunto.

Llegó el encuentro y no dijo nada. Pasaron dos de los cuatro días que compartirían juntos y tampoco lo hizo. Se sentía algo acobardado y no quería comportarse cursi ó ridículamente, la mayoría de las veces se veía a sí mismo y a Jack como dos viejos amigos muy queridos, Jack era su mejor amigo y le conocía como nadie, no quería rebajarse ante sus ojos ni mucho menos ofenderlo.

El tercer día, Jack recogía algo de leña para la fogata y mientras tanto Ennis estaba sentado meditabundo, pensaba en su falta de decisión en darle los guantes y salir de eso de una vez, la situación se estaba volviendo una piedra en su zapato.

De pronto Jack le habló y tuvo que hacer un esfuerzo por oírle:

-“Maldito frío, se te congela todo ¿eh?, ¡ayúdame un poco hombre!”
-“¿Tienes frío? Bueno, yo tengo una solución para eso” – dijo Ennis con una sonrisa al verle las manos descubiertas.

Jack sonrió pensando en otra cosa que solía quitarles el frío a ambos en la montaña, pero en seguida se sorprendió al ver que Ennis se levantó, y en lugar de ir hacia él se fue hacia su camioneta –pero ¿qué diablos? – pensó.

En un momento Ennis estaba de vuelta con un pequeño paquete en las manos:

-“Esto te ayudará con el endemoniado frío” – dijo, pero no se lo dio a Jack sino que lo abrió el mismo y sacó los guantes, luego se le acercó mientras Jack lo miraba sin entender aún y le cogió una mano. Con cuidado y cariño, casi como si fuera a un niño y como solía hacer con sus hijas, Ennis le puso un guante y luego el otro, mientras tomaba sus manos con delicadeza casi como si fuera una caricia.

Mientras tanto Jack no cabía en sí de gozo, no quería hablar ó respirar siquiera para no dañar el momento. No sabía qué decir o hacer, así que se quedó casi inmóvil respirando profunda y lentamente mientras Ennis deslizaba los guantes por sus manos suave y tiernamente.

Este gesto de Ennis para él valía más que todos los regalos superfluos de navidad, aniversario y de cumpleaños que le había dado su esposa, sabía que a Ennis no le sobraba el dinero y que además, él no era de los que compraba cosas para una mujer, mucho menos lo habría imaginado haciéndolo para él.

Cuando Ennis terminó de ponerle los guantes, Jack se quedó mirando sus manos, no sabía que hacer para parar los lagrimones que querían venir a sus ojos sin esperar su consentimiento. Poco a poco levantó la vista y se enfrentó a los ojos de Ennis que trataban sin poder de esquivar su mirada.

-“No me mires así, no es para tanto. Son solo unos estúpidos guantes” – dijo Ennis –“No valen nada y…
-“No es cierto”- le cortó con la voz ronca de emoción – “Valen mucho para mí. Yo…” – y sin aguantar más se lanzó hacia él y le abrazó tan fuerte que pensó que le quebraría las costillas. Hoy Jack se sentía querido por Ennis más que nunca y eso lo llenaba de dicha, aunque lo malo era que lo hacía llorar como un borrego sin su madre.

Ennis sentía las lágrimas de Jack en su cuello, no sabía qué decir y se sentía más avergonzado que nunca. Que se hubiera alegrado era una cosa pero lágrimas… El llanto era algo que no sabía manejar viniera de quien viniera, las lágrimas siempre lo aterraban.

Frente a las circunstancias hizo lo mejor que podía hacer y que realmente era lo que Jack esperaba: lo abrazó con la misma fuerza y le llenó de besos el cuello y aspiró el olor de su cuerpo, subió una mano a su cabello y lo acarició con fuerza y ternura a la vez. En un rato se olvidaron de todo, ya no había nada más.


Cuando al fin se separaron Ennis murmuró al oído de Jack:

-“Si hubiera sabido que la pasaríamos así de bien solo por unos guantes te hubiera traído unos mucho antes.” – Jack rió y dijo:
-“Calla y duerme Ennis, sino luego no te quejes de que no te dejo descansar” – Ennis se acurrucó a su lado y pasó su brazo encima de Jack como solía hacer.

Ese abrazo que se habían dado luego de darle los guantes, quedaría en la memoria de Ennis para siempre y sería su mayor consuelo en los años que vendrían, así como para Jack había quedado otro abrazo de Ennis en sus recuerdos, uno que había sucedido mucho tiempo atrás. Pasara lo que pasara éstos serían sus tesoros y ni la muerte ni la soledad se los podrían arrebatar.

10 comentarios:

Alas dijo...

Dalia...¡ME ENCANTO!...no sólo eso, lo ví todo, hasta el olor de esos guantes sentí. Estoy conmovida a más no poder, ¡qué lindo!, ¡qué lindo!, ¡qué lindo!...

Gracias por estos momentos.

Max dijo...

Amiga, te superaste...Aquí tienes a otra Ennis llorando.
Manos desnudas que nos han hecho temblar y ahora enguantadas... esto no tiene fin.

pon dijo...

Madre mía qué bonitoooooo!!!!!!!!
Momentos escondidos, menos mal que los cronistas siempre están atentos.
Gracias guapa.

Anónimo dijo...

Por dios que dulzura!!, que tiernos se le siente a ambos!


Muchas gracias dalia, por compartir con nosotros todo lo que sucedio entre nuestros queridos Jack y Ennis!

Anónimo dijo...

De solo imaginar, a Ennis comprando los guantes para Jack, se me estruja el corazón!

Ennis solo podía comportarse de esa menera con Jack.. su gran amor

Gracias por tan lindo relato

Ana desde el Sur del Mundo dijo...

Las manos de Jack... siempre un hermoso tema de enlace para este par de enamorados...

Hermoso. Muy hermoso.

Besos. Y gracias.

Dalia dijo...

Gracias amigos, me alegra mucho que les gustara, es para ustedes.

un-angel dijo...

...mi Dalia, este angel llega tarde ultimamente a todas partes,hasta hoy no leí tu post... tengo la sensibilidad brokemountaniana (cielos que palabra) muy alta, solo faltaban tus palabras y tu relato... y yo que me hice promesa de apartarme de la montaña hasta estar anímicamente recuperado, vaya tarde que llevo... voy a casa de Alas que deje alli tarea pendiente...
Un beso y como siempre te digo, muchisimas gracias por la cantidad de ternura que me transmites, te siento tan dulce cuando busco a través de tus palabras...
Un abrazo.

Anónimo dijo...

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