Qué?

Qué se puede decir de un chico hermoso, de 28 años, que fue muy querido y que ya ha partido?

Que le gustaba la música, bailar, las artes... los sweters de rayas, los jeans ajustados, las gafas extrañas y los gorros de lado?

Que caminaba por las calles del viejo New York, con sus gafas oscuras buscando esconder lo que ninguna coraza podría proteger: unos ojos hermosos, también tímidos y fieros que podían mirarte y traspasarte el alma, o suavizarte el corazón con su ternura calma.

Que su sonrisa podría derretir ambos polos, que su cabello era todo de rizos y oro. Que era sensible, soñador y amigo fiel, que deseaba a los que amaba verles triunfar como él.

Que amaba su patria, y también a ese país extraño que lo acogió como en casa... pero que en parte le hizo un irreparable daño.

Que sabía de amar y ganar, de perder y odiar, sonreír y llorar, ser amargo y ser miel.

Que cuidaba los suyos con fiereza de lobo, que ahora sin ellos se sentía tan solo.

Que sabía concentrarse, se exigía como a nadie, perfeccionista incansable, sin dejar de ser amable.

Que era capaz de dar gracias, de respetar los demás, pero odiaba el irrespeto y todo ese entrometimiento.

Que tenía grandes sueños que se quedaron en proyectos.

Que era padre, y era hermano, era hijo y era amado.

Que tal vez nunca supo que a pesar de que parecía solo, tanta gente le quería y aun no salen de su asombro...

Que su partida le robó gran brillo al azul cielo, pues el sol ya no es el mismo, que el duelo parece eterno.