viernes, octubre 20, 2006

Roger



Es tan fácil y tan difícil a la vez escribir sobre Roger, pero para él lo voy a hacer con todo el amor del mundo:

Me acuerdo cuando llegó a la casa tan claramente como si hubiera sido ayer: él y su hermana Rosy en poco tiempo se pusieron gordos como dos bolas, ella casi blanca con algunos toques de gris, y él de un curioso color canela con los ojos del mismo color; eran dos de los seres más hermosos y graciosos que había visto en mi toda mi vida.

Cuando crecieron, fue una cosa apoteósica. Eran súper inteligentes y corrían como locos por el mucho espacio exterior que tenía mi casa de la infancia. Mis hermanos y yo corríamos como locos también detrás ellos, y los amábamos por demás, ya no podríamos vivir sin ellos. Siempre estábamos peleándonos sobre quien era dueño de cada cual, y a mi nadie me sacó en mis treces de que Rosy era mía, así que pobre del que quisiera más privilegios sobre ella que yo.

Roger siempre comía (y comió toda su vida) como si la comida se fuera a desaparecer de repente si no se la tragaba rápido. Se comía todo sin saborearlo siquiera y una vez se ahogó con un pedazo de carne cuando todavía era cachorro, mi mamá tuvo que meterle el dedo hasta la garganta para sacárselo y respirara de nuevo, mientras yo miraba aterrorizada de pie a su lado.

De noche, Roger y Rosy no dejaban dormir a nadie. En esa época mi hermano tenía muchos carros pequeños y grandes de juguete algunos de los cuales eran de plástico, y les ataba una cuerda para halarlos y jugar con ellos a los “camioneros”, lo cual era el deleite para Roger y Rosy, en la noche, cada uno agarraba un carro por la cuerda y corrían haciendo bulla que daba gusto, estoy segura que para ellos mientras más ruido hacían era mejor el juego. Pronto salía mi papá histérico y con mi mamá les quitaban los juguetes y los amenazaba duramente.

Ellos los miraban con cara de “¡qué nos importa!, todo es un juguete para nosotros”. Sino eran los carros, eran los tobos de cargar agua: agarraban un tobo cada uno y ¡a correr se ha dicho! ¡mucho ruido, mucho correr, mucha alegría!, y ahí iba mi papá otra vez, bravísimo con cara de matar a esos dos.

Luego, cuando ya estaban más grandes, se iban de farra por el monte y no volvían hasta el amanecer, llegaban llenitos de barro y hojas en el pelo, luego de haberse bañado a sus anchas en la represa de la Hacienda La Garza, la cual limitaba con la parte de atrás de nuestra casa.

Ahí si es verdad que mi mamá pegó el grito al cielo, de ahí en adelante Rosy dormía amarrada, lo cual a Roger, mis hermanos y a mi nos parecía una ofensa contra el universo, pero nada podíamos hacer: mi mamá era la jefa y mi papá necesitaba dormir para aguantar su duro trabajo.

Por supuesto, no hubo nadie que le pudiera echar un lazo a Roger, él no era tan tonto como Rosy, así que aún cuando estaba viejito, tan solo enseñarle algo que se pareciera a una correa o una soga, salía a esconderse donde no lo alcanzara nadie.

Después de eso, mi mamá se cansó de dos perros tan traviesos y regaló a Rosy, creo que aun hoy me duele recordarlo y por supuesto, más nunca volví a ver con buenos ojos esos primos segundos míos que se la llevaron y la dejaron morir en menos de un año.

Ahí, Roger más nunca volvió a salir de noche bañarse, la edad y la falta de su gemela le trajeron la calma, y de noche, lo sentía roncando y rascándose acostado en el mueble de la sala donde estaba el televisor.

Cuando nos mudamos de nuestra casita en medio del campo para Churuguara, Roger se fue con nosotros en el carro de mi mamá, e iba a delante junto a mi abuela, la cual le iba diciendo todo el camino “quédate quieto Royar”; pero a él ninguna gracia le hacía ir encerrado en ese carro. Eso fue lo único que me hizo reír ese fatídico día que me sacaron de mi amada casa, Roger y yo fuimos los únicos que nos rebelamos a la idea de irnos de allá, y los que no conocimos la casa nueva hasta que nos tocó mudarnos (junto a los gatos y las gallinas). El daba vueltas por toda la casa nueva sintiéndose desolado y llorando hasta que se acostumbró a ella.

Una vez, en Semana Santa, fuimos a bañarnos al Río Limón (también llamado Río Tocuyo), y por alguna razón nos llevamos a Roger con nosotros. Iba encogido de miedo sentado debajo de la silla donde nos turnábamos para sentarnos, pues íbamos viajando atrás en la camioneta, como solíamos hacer entonces cuando paseábamos en el campo: a pleno sol y con los cabellos al viento. Es un día que jamás olvidaré:

Roger pensó que el río era nuestro exclusivamente, y no hubo más nadie que pudiera acercarse a esa parte donde estábamos bañándonos, porque él los sacaba corriendo ladrando como guardián que era de la familia y sus terrenos, no hubo manera que le pudiéramos hacer entender que el Río era de todo el mundo. Al final, disfrutamos un día de sol y río, viendo a Roger nadar como si lo hubiera hecho toda la vida, tratando de acercarse a nosotros en el agua y arañándonos la espalda con sus pezuñas.

Todo el mundo amaba a Roger, pero nadie que fuera un extraño se acercaba a la reja de la casa sabiendo lo que le esperaba si entraba sin ser invitado. Él sabía que las flores de mi mamá eran sagradas y no iba a permitir que nadie las arrancara metiendo sus manotas por la reja. Pero luego que le dábamos el paso a la casa, él era el más feliz en recibirlo y se olvidaba que se lo quería comer cuando estaba afuera.

Los niños pasaban y lo miraban gritando “Un león… mira mamá, un león” – yo sonreía feliz mirándolo de reojo mientras me comía un libro sentada en el porche.

Cuando me tuve que ir a Barquisimeto para ir a la universidad, una de las cosas que más lamenté fue dejarlo. ¿Quién más iba a esperar que estuviera de espaldas para salir corriendo a 100 Km por hora y meterse entre mis piernas para que me cayera hacia delante y luego mirarme con cara de “caíste otra vez“? Ese juego se lo inventó él solito y nada más lo hacía conmigo. ¿Quién más se iba a sentar a mi lado todo el montón de horas que yo solía ver televisión mientras le acariciaba las orejas o la barriga? ¿Quién más iba a despertarme empujando la puerta del cuarto y brincando a mi cama?

Esta era una de sus diversiones ocasionales en las mañanas de los fines de semana, al ver que no estábamos levantadas aun mi hermana y yo, él entraba a husmear en el cuarto, y ni corto ni perezoso saltaba a mi cama sin importarle mucho que me estuviera aplastando. Yo me molestaba solo un momento mientras le lanzaba un “¡Roger, otra vez tu!”, luego, procedía a taparme hasta la cabeza con la cobija, lo que hacía que él olfeatara por los extremos, tratando de meter la cabeza para darme unos lametazos. Yo me asomaba y al verlo de espaldas hurgando hacia mis pies, sacaba la cabeza y le soplaba las orejas, riéndome mientras me tapaba de nuevo. Eso hacía que se levantara y diera vueltas pisándome mientras yo me destornillaba de risa. Cuando se fastidiaba, daba un salto desde mi cama a la de mi hermana y repetía el experimento, entonces era su turno de esconderse y reír, hasta que nos cansábamos ya y nos levantábamos con sueño aún, mientras a veces, él se quedaba muy ufano en la cama con la cabeza sobre la almohada.

Cuando mi mamá estaba enferma, era el acabose de su vida. Se quedaba todo el día en su cuarto y echado en el suelo al lado de su cama, lloraba a cada rato pidiéndole que se levantara. Ella le hacía cariño de lejos hablándole y él se consolaba por un ratito.

De Roger, podría llenar un libro entero: de cómo me pedía café en las mañanas para que le echara un poquito en su taza (luego me enteré que no le pedía a nadie más), de cómo le encantaban el helado y las cosas dulces, como se volvía loco de contento jugando con mi papá, cómo se escapaba a la calle cuando tenía oportunidad y había que correr a buscarlo trayéndolo a punta de llamarle “sinvergüenza” y darle empujones, cómo entendía cuando alguien decía la frase “bañar a Roger” y se metía debajo del carro de donde era imposible sacarlo, cómo se acostaba en la cama de mi mamá cuando la extrañaba porque ella estaba trabajando ó él tenía mucho frío, y se acostaba de largo a largo con la cabeza en la almohada y no había amenaza que valiera para bajarlo, limitándose a gruñirte con los dientes pelados si lo halabas y se volvía a recostar. Como corría a "ayudarte" cuando cargabas algo pesado como si pudiera compartir la carga contigo. Como quería bailar también cuando te veía bailando y te brincaba encima para que lo agarraras de las patas delanteras y poder dar vueltas contigo. Como se sentaba a lado de mi bisabuela Rosa y le lamía las orejas. Como sabía que mi abuela Catalina era ciega y por eso esperaba pacientemente sin molestarla a que ella terminara de comer y le diera un hueso, el cual él tomaba con sumo cuidado de su mano. Como iba a pedir su comida a las seis de la tarde y más aún, como entendía cuando mi mamá le decía:

“-Dígale a Dalia que le dé comida porque yo estoy ocupada” – y él alegremente se iba trotando a donde yo estaba y no me dejaba en paz, bostezándome en la cara y arañándome en la pierna con su pata para que fuera a la cocina y le diera su cena.

Aun hoy en día, después de casi 10 años que se fue, sueño con él y lo veo sonriente y gordote como cuando estaba joven, veo sus ojos color de miel, su pelo rojizo y abundante, su cola gris, su pecho blanco, sus grandes patas, y sus orejas oscuras, todo consecuencia de ser hijo de la mezcla de un pastor alemán y una perrita blanca muy linda que no creo que tuviera raza definida.

Lo que quisiera olvidar es lo mucho que sufrió cuando se enfermó y murió, lo mucho que lo lloró mi mamá al ver cómo sufría, que una vez lo atacó un ladrón que quiso meterse en la casa y casi le quebró los cuartos traseros arrojándole una piedrota por la rabia de que no lo dejó entrar saltando la pared del patio, y que nunca más pudo estar con una perra por lo que no nos dejó hijos para recordarle, las veces que le contesté mal o no lo traté bien porque era una adolescente tonta que le daba fastidio atenderlo, las veces que durmió afuera temblando de frío porque adentro hacía ruido dentro de la casa y molestaba a mi papá, las veces que le debemos haber castigado por hacer lo que hacen los perros, que no teníamos dinero para un veterinario y por eso sufrió mucho al final. La vez que se agarró a pelear con Jhon y casi se matan a mordiscos y arañazos, y para separarlos, tuve que meterme en medio de los dos y separarlos a golpes y porrazos, después de eso no vi a Jhon con los mismos ojos por un tiempo largo, y me costó perdonarle que casi lo mató, porque aunque Roger era más grande estaba ya viejo. Que no haya quedado una fotografía suya para mirarlo cuando lo extraño.

Perdóname amigo, si de algo te sirve de consuelo, no hay perro en el mundo que pueda sustituirte.

Te quiero mucho Roger, siempre te voy a querer y a extrañar. Espero que si existe otra vida aparte de esta, tú y yo podamos encontrarnos de nuevo y seguir siendo tan buenos amigos como antes. Y mi mamá, mi papá y mis hermanos te recuerdan y te extrañan muchísimo también.

14 comentarios:

Alas dijo...

Amiga, no puedo dejar de llorar, gracias por dejarnos conocer a Roger...qué lindo homenaje le has hecho...no sé que más decirte, porque no puedo...te quiero mucho, Dalia.

Dalia dijo...

Gracias amiga, yo también te quiero mucho.ç

De Roger como dije, podría escribir un libro de tantas cosas particulares que tenía. Es muy lindo haber tenido un amigo como él.

Cuando se fue, yo estaba en Barquisimeto y me enteré a los días que se había muerto porque mi mama no quería decirnos. Me dió mucha tristeza pero también alivio porque no quería que sufriera más.

A Jhon también lo quise mucho, pronto escribiré también algo para él.

Neyda dijo...

Dalia, mientras escribo mis lágrimas corren por mi rostro en una mezcla de alegría e infinita tristeza acompañando de alguna manera tus emociones.
Que cosa extraordinaria son esos fieles compañeros y que dura se hace su partida.

Aprovecho ésta ocasión para agradecerte infinitamente que Joe hoy esté a mi lado. Siempre digo que él despertó mi sensibilidad como persona.

Es algo que siempre te lo vamos a agradecer él y yo...Siempre.

Te quiero.
Gisela.

pon dijo...

Qué bonito homenaje con tanto cariño, Dalia. Cada palabra respira amor por tu perro Roger. Si al paso por la vida uno deja amigos que le quieran así, después de tanto tiempo de ausencia, entonces todo tiene sentido.
Un beso muy grande amiga, tienes un corazón que no te cabe en el continente.

Dalia dijo...

Neyda no tienes nada que agradecer, me alegra que tanto tu como Joe puedan estar juntos porque se merecen uno al otro.

Yo también lloré mucho leyendo este relato, creo que paso mucho tiempo antes de superar que se fuera, y ahora que Jhon tampoco está mi casa de Churuguara no es la misma.

Yo también te quiero mucho y espero que lo sepas, y más aún, me alegra poder decirtelo ahora que somos amigas cercanas y no cuando ya no podamos vernos más.

Gracias Pon, mi corazón es grande pero el tuyo es del tamaño de un planeta. Besos para ti también.

Rosa dijo...

Sí es muy doloroso ver sufrir a alguién que amamos. Pero no te sientas mal si alguna vez, no fuiste con él todo lo que querías ser. A veces nos sucede a todos, nadie tiene paciencia de santo todo el tiempo. Piensa en los ratos felices que pasaste a su lado, recuerdalo correteando con Rosy haciendo travesura y media. Y trata de olvidar los ratos tristes.
El fue feliz a tú lado y tú lo fuiste con él. Y si existe un cielo para los perritos (yo creo que sí) pues ahí estará él, corriendo entre las nubes o tumbado junto al sol.

Dalia dijo...

Gracias RosadeFuego, ciertamente todos los perros deben ir al cielo porque son el claro ejemplo de la lealtad, la bondad y el perdón.

Yo se que él no sentía ni el menor rencor por las veces que no fui tan amable con él. Espero haberlos compensado con los momentos de felicidad.

Anónimo dijo...

Y a mi que me pareció ver hoy mirando al cielo una nube con forma de alma de perro...

Hermosa amante.

Anónimo dijo...

Gracias, bonita..
1beso

Ana dijo...

Todos los que hemos tenido un amigo perro sabemos lo muchísimo que se les echa en falta cuando se van.
Precioso homenaje. No hay foto pero lo imagino.
Un beso amiga.

un-angel dijo...

...has compartido un poco de tu corazón con nosotros al contarnos la historia de Roger, gracias amiga... ay que tarde, no para de llover y leyendo estas cosas nostálgicas y un poco tristes parece que se me encharca también a mi el corazón...
Un beso guapa

Max dijo...

Pero cuanto amor repartes Dalia.
Roger fue sin duda tremendamente afortunado y feliz.... Un beso.

Da Vinci dijo...

Los que tenemos animales amigos, compañeros, integrantes de la familia, sabemos el dolor de perderlos. Como con las personas, otro no sustituye al que nos deja
Un maravilloso y sentido homenaje.

Un beso.

Dalia dijo...

Gracias a todos por sus lindos comentarios. Un abrazo para cada uno de ustedes.