viernes, octubre 24, 2008

Etelvina

Etelvina ya era mayor de 50 años, pero al verle pasar su corazón aun se emocionaba: “ahí va el amor de mi vida!”, y agitaba la mano para saludarle de lejos mientras tal vez él pasaba raudo e indiferente en su camioneta 4x4.

Etelvina le amó toda su vida… y ese amor y la infelicidad que le vino con él, fue el motivo por el cual empezara a beber y destruyera su vida poco a poco, hasta que su cuerpo estuvo tan enfermo como su corazón, y ya no soportó más.

Y grande era el corazón de Etelvina!

No había primo necesitado, cercano o lejano, de verdad o de mentira, que no encontrara refugio en su casa. Esa costumbre la heredó de Má Rosa y Má Mencha, las mujeres de su familia, así como el deseo de aliviar el hambre en la gente, su deseo de ser servil y amable, aunque fuera a su tosca manera.

Y así como algunas personas ahogan sus penas en el trabajo, otras en el ron, y otras se van lejos huyéndole a lo que no tiene escape, Etelvina intentó las tres formas, y alguna otras más… y por supuesto, ninguna le funcionó como hubiera deseado.

Trabajaba como nadie, haciendo arepas, atendiendo a los clientes en su modesto restaurante, o “pensión” como se le decía entonces, de esa manera que solo ella sabía hacerlo: siempre sonriente y tratando a los clientes como si fueran sus conocidos de toda vida, aunque de hecho algunos lo eran, con su eterno delantal remendado hecho de restos de lo que en algún otro tiempo fueron vestidos, sus chancletas de plástico y su cabellos cortos.

Otras veces se peleaba con el mundo: con su hijo, con su nuera, con su madre y con todo el que pudiera, y de un arranque de rabia se largaba para Caracas, a veces ni hacia maleta, y se iba con lo que cargara puesto (su bondad con todo el mundo era tal que si le daba por irse ni pagaba pasaje pues todos los choferes de autobuses la conocían, la respetaban y la dejaban en Caracas sana y salva), y llegaba donde su prima Petra, que siempre le recibía sin peros y el tiempo que ella quisiera.

Luego, volvía tranquila y como si nada, en paz por unos días y llegaba alegre con regalos para todo el mundo, pero poco a poco, la amargura iba volviendo a sus ojos, y junto con la bolsa del mercado diario para la pensión, venía de nuevo una botella de ron.

Tampoco el alcohol servía para ahogar las penas, pues con el tiempo no se vuelve sino un feo y maligno vicio, una enfermedad que carcome, que mata la autoestima y corrompe la mente y los sentimientos.

En esos momentos, Etelvina revivía su infelicidad con mayor fuerza: cómo es posible amar así, tener dos hijos del hombre que se amó, y no haber logrado algo más que ser una de las tantas mujeres que tuvo Luis en su vida?

Que ella le dio dos hijos? Todas las demás también, al menos dos o tres. Eso no le servía de prueba de amor ni de excusa para lograr ser libre y estar con él.

Porque Etelvina nunca pudo ser libre. Su padre le robó su libertad, encadenada a la vieja pensión: haciendo arepas, cociendo caraotas negras, y friendo carne mechada y tajadas de plátano dulce. Moliendo maíz para la harina de las arepas peladas, cargando agua de la represa y sirviendo mesas…


Continuará...

6 comentarios:

Mar del Norte dijo...

Qué maravilla leerte....!!!
Me encanta el relato, Dalia... No tardes en continuar...

Marga dijo...

Esa nueva faceta de escribir un relato es apasionante.

Me enganchaste amiga y de que manera!!!

Como dice Mar.., no tardes por favor.

Besitos

un-angel dijo...

Una historia!!!...con las historias solo se puede quedar sentado y esperar, agarrado del hilo para no perder el detalle...
Un beso, amiga mia, aquí me sumo al pelotón de lectores.

Anónimo dijo...

Querida Dalia ... me gustan estas historias de personas que aman tanto ... más cuando son escritas por quién tiene la capacidad de amar que tienes tú.
Besitos.

Candela

pon dijo...

Cuántas Etelvinas, por desgracia, pueblan el mundo de mujeres atadas al trabajo y al afecto quizás mal entendido, o a un hombre que no entiende nada.......

A ver cómo sigue, estoy a la espera, pinta bien.......

Dalia dijo...

Gracias mis queridos amigos.

Un abrazo inmenso para cada uno de ustedes.