miércoles, octubre 29, 2008

Etelvina (Final)

La esposa de José, que tanto la respetó y la quiso, ya no pudo ni acercársele con el pasar del tiempo, porque en su furia con la vida la declaró su enemiga, y cada vez que bebía, la arremetía contra ella a todo pulmón, con gritos e improperios de malos deseos.
Tampoco sus nietos pudieron servir de puente, y a pesar de vivir en la casa de al lado, llegó el momento que ya no le visitaron más.

Y así un día, alejada de sus nietos, enferma, tullida y con la mente a veces perdida, Etelvina dejó este mundo, sin poder haber aprendido a encontrar la felicidad y la libertad en su interior, sin haber logrado sentirse amada tanto como amó, y sin encontrar el camino que con tanto deseo y de equivocada manera buscó.

Sin embargo, Etelvina no murió sola. Su hijo José aunque tantas veces se alejaba de ella, con ganas de no volver más, siempre volvía con un suspiro, movido por ese corazón y ese sentido de las responsabilidad tan grandes, y que era lo que mas le hacía parecerse a ella. Jamás la dejó sola, siempre buscó la manera de aliviar su enfermedad, y todos los males que le causó a su organismo con el tiempo: diabetes, una parálisis de la mitad del cuerpo, y muchas dolencias más que no vale la pena enumerar.

Su hermana Coromoto, quien a pesar de ser la niña consentida y de haber recibido las oportunidades que José nunca tuvo, no hizo nada con ellas; terminó en la pensión haciendo comida criolla como su madre y su abuela, pero sin tener esa empatía y dedicación a los clientes que tenía Etelvina y Má Rosa, pero viendose sin más opciones con las cuales defenderse en la vida, aun hoy trabaja en ella, y se sigue llamando como siempre la pensión “Comidas Criollas la Garza”.

Y qué fue de Luis? Poco puedo decir de él y de sus últimos años, excepto que siguió viviendo con su esposa hasta al final y que aun le sobrevive pues era mucho más joven que él, que uno de sus hijos legítimos murió por culpa de la adicción a las drogas… - si, uno de esos que nunca ordeñó una vaca en su vida - que sus múltiples hijos tanto legítimos como ilegítimos aun se están peleando su herencia, la Hacienda y el ganado, pero que en realidad poca oportunidad tienen porque casi todo está a nombre de su hijo legítimo menor, el cual firmó papeles de compra a su padre antes de que este muriera, así que en realidad no se puede llamar herencia sino un bien adquirido.

También puedo decir que José jamás se metió en ese lío, y dijo a todos sus hermanos con orgullo cuando le invitaron a unírseles: “lo que hubiera podido necesitar de él, poco o mucho ya me lo dio en la infancia, trabajando en su hacienda me hice un hombre y ya de eso nada necesito o quiero.”

Y así Etelvina, se puede decir, en el corazón de José, dejó su mejor legado: su gran capacidad de amar, el amor al trabajo y la honradez, que espero con el favor de Dios, haber heredado yo al menos en una pequeña porción, porque con todo el orgullo puedo decir, que Etelvina, conocida por todos como Chela, fue mi abuela, y José por supuesto, es mi papá.

Y aunque muchos años tuve que vivir alejada de mi abuela, no como en mi infancia y en la adolescencia que pasé tanto tiempo con ella, la recuerdo con mucho cariño y tristeza.

Recuerdo sus halagos a los rizos claros de mi más tierna infancia, y a mi “inteligencia” desde que empecé a estudiar aunque fuera el Kindergarten, también su letra bonita, su olor a leña en la ropa, su forma de arrastrar las chancletas en su andar apurado, su color de piel tostado tan parecido all de mi papá, su cabello negro y corto, su forma de decirme “hija” y la mirada de sus ojos negros, como bebía agua en su totuma y se regodeaba de gusto, como le encantaba verme comer arepas con chicharrón de cochino con su “pero comé más, hija” de siempre, y regalarme con refresco bien frío aunque mi mamá se enojara luego, su gusto por el picante al cual tenía una muy alta tolerancia, y su alta estatura, mucho más alta de lo que yo soy.

A pesar de la forma en que nos separamos, recuerdo que me quiso y yo la quise, y ahora que soy lo suficientemente mayor para entender su enfermedad, puedo recordar más su amor que sus ataques, más sus sonrisas que sus gritos, más las razones para que estuviera tan triste que su rabia interior.

Y como mujer, entiendo y me sorprende más aun su capacidad de amar hasta el fin de su vida a un hombre que no valía la pena, su dolor frente al machismo de su padre que la tuvo encarcelada siempre, y admiro su entereza y su fidelidad de amar para siempre a una sola persona y darle su corazón para toda la vida.

Mi tributo hoy para ella, es decir, aunque sea en este medio, que estoy orgullosa de su herencia y que le agradezco el haber parido y criado al mejor padre que una hija podría tener.

8 comentarios:

Strawberry Roan dijo...

Gracias por compartir esta historia tan emotiva que forma parte de ti.

Ahora mismo me comería una arepa de las que hablas. A mí no haría falta que me dijeran "pero come más, hijo".
Un abrazo

cristina dijo...

Pues nadie lo diría Straw.
Un beso Dalia.

Rosa dijo...

Amiga mía...como dices, las risas, la ternura, todo ese amor incondicional borra todo lo amargo.
Crio el mejor padre que nadie pueda tener, sabes, creo que eso es lo mejor que se puede hacer en la vida. Sentarte ya mayor y sentirte orgullosa de haber logrado una persona generosa, integra, fiel a todo cuanto ama. Creo que si fuera madre eso, solo eso, sería suficiente para sentir que mi existencia no fue en vano.

Gracias por Etelvina, por José, por tí.

un-angel dijo...

Mi querida Dalia, así que la historia era como era porque se trataba de una historia real...lo que tiene la realidad es que tiene mucha hermosura pero también mucha amargura...pues un beso a Etelvina, esté donde esté porque gracias a ella te tenemos a ti aquí. Debe estar encantada con el precioso homenaje que le has hecho, chica de los girasoles.
Como siempre, un abrazo grande.

Marga dijo...

Llevo desde ayer entrando y saliendo de tu blog para comentar, pero no tengo palabras.

Al final me he decidido para decirte sólo una cosa:

ME HAS DEJADO K.O.!!!

Creí que era de alguien que conocías muy bien, pero no llegué a sospechar en ningún momento que fuese TU HISTORIA.

Dalia, que orgullosa debes sentirte de formar parte de esta familia. Porqué los hombres no paren (se supone, ya sé que hay un caso pero tengo mis dudas todavía), porque preciosa:

¡¡¡VIVA EL PADRE QUE TIENES!!!
Todo un SEÑOR.

Gracias por esta hermosa parte de tu vida que nos has regalado.

Besitos preciosa

pon dijo...

Vaaaayaaaa!!!!!!!!!!!!
Bueno esperba que la conocieras por el cariño y la emoción de tus textos, pero no pensaba que te fuera tan cercana. Has escrito un precioso homenaje a un mujer especialmente importante para tí, especialmente desdichada y sin embargo capaz de dar tanto amor, una mujer con un corazón de oro.
Digna nieta eres, Dalia, donde esté la abuela Chela estará ton orgullosa de ti como cuando ibas al Kindergarden.
Olé por esas mujeres!!!!!

Dalia dijo...

Muchas gracias por sus palabras.

Un abrazo.

:)

Candela dijo...

Una vida llena de amor y de tristeza, así es la vida de las grandes personas.

Su gran legado: tu padre, tú ... Tenía la impresión de que formaba parte de tu vida, no que fuera tan cercana pero tu forma de escribir sobre ella, con ese gran cariño, tenía que ser parte tuya.

Besitos.