lunes, octubre 27, 2008

Etelvina (2da Parte)

Ni siquiera cuando se volvió una madre soltera pudo ser libre: como su padre quería matarla se escapó un tiempo a la Capital donde sus primas y allá nació su hijo José, en la Maternidad Concepción Palacios que estaba en esa época de estreno: su hijo un caraqueño! Quién lo iba a decir!

Y con su partida, por supuesto, la pensión no era la misma. Quién iba a recibir a la gente con una sonrisa como ella? Con su prontitud por una jarra de agua fría, un refresco con hielo y espantando con furia las moscas y los perros…

Etelvina fue “perdonada” por su padre, y recibió autorización para volver a su hogar, con su muchachito moreno tan parecido a ella, con sus mismos ojos negros y su mismo color canela.

Y pronto, metió la “pata” de nuevo en alguna salida a escondidas con Luis: otra barriga, otro pleito… solo que esta vez no hubo escape para la Capital, y no fue un niño sino una niña y siguió la misma rutina de siempre.

Etelvina con sus idas y venidas del fogón al comedor, Má Rosa viendo con todo el dolor del mundo como la vida de su hija Etelvina se volvía cada vez más y más amarga, sin poder hacer nada por ella sino seguir ayudándola a moler maíz y darle amor de la manera que pudiera a sus dos nietos.

Y Luis? Qué les puedo decir?

Con José, su hijo mayor con Etelvina, siendo un varón, su destino fue en un principio como el de sus muchos hermanastros: un puesto de peón en La Garza, su Hacienda ganadera, y cuya dádiva como padre, en su máxima expresión, fue una bicicleta que le regaló alguna vez en la vida en una navidad, y que en realidad, José se la ganó trabajando con el sudor de su frente en cada jornal.

Coromoto, su hermana, fue más afortunada. Siendo una niña pudo ganarse con más gracias los favores tanto de su padre como de su abuelo, y de ambos recibió ayuda para sacar el Bachillerato, incluso, para irse a estudiar a Coro a la Universidad.

José, cada vez mas harto de trabajar tanto por tan poco dinero para su propio padre, y siendo tratado con tan poca consideración, se fue bien joven de ese trabajo de la Hacienda a laborar por su cuenta, y aunque aun en ese momento no lo sabía, ya había recibido la mejor herencia que podía de su propia madre: amor por el trabajo, bondad, honradez y orgullo.

Pero la tristeza de Etelvina no tenía límites, su amargura la fue carcomiendo así como su alcoholismo, hasta al punto que se volvió casi imposible convivir con ella para todo el mundo.

Aunque siguió atendiendo la pensión hasta que su salud se rompió, su piel seca y sus ojeras, su barriga hinchada y las bolsas bajos los ojos, eran mudas pruebas de su enfermedad con el alcohol.

Y aunque el matrimonio de su hijo José, y luego sus nietos, fueron un aliciente a su sentimiento de soledad y sus penas, con el tiempo no fueron para ella sino un grupo más de gente que tampoco la entendían...
continuará...

5 comentarios:

Rosa dijo...

Me he leído de un tirón los dos capitulos de Etelvina. Una vida larga llena solo de infelicidad, de trabajo, buscando en el alcohol un alivio para su dolor; y descendiendo cada día un poco más.
Etelvina necesita un rayo de luz, algo que le alegre los días, algo que ponga de nuevo en marcha ese corazón noble.

Etelvina... deja esa botella, en el fondo solo hay miseria, dolor y muerte.

Mi querida Dalia, FELICIDADES, un relato lleno de humanidad, nos muestras una nueva faceta y creeme no dejes de explotarla, que las Musas se queden siempre a tú lado.

Marga dijo...

Una vida marcada por la incomprensión de los que estaban a su alrededor. Eso, creo que es lo más triste de esta historia. Enamorarse no es malo, Etelvina sólo fué una mujer enamorada.

Del amor sólo conoció el placer, pocos momentos en su vida, pero si hubiese conocido la otra cara de la moneda del amor, la historia hubiese sido otra.

Claro que entonces quizá no la habrías escrito y no hubiésemos disfrutado tanto como lo estamos haciendo leyéndote.

Me gusta muchísimo la "triste" historia de Etelvina, espero que el tercer capítulo llegue prontito.

Besitos precioso girasol

un-angel dijo...

Ah, mi Dalia, estoy tan acostumbrado a recibir de ti el sentido luminoso y positivo de la vida que me cuesta reconocer a la chica de los girasoles tras esta historia tan real y a la vez tan amarga...
...pero aquí sigo, conociendo más a Etelvina a través de tus palabras...
Un beso, seguimos esperando...

pon dijo...

En qué parará Etelvina, estoy en ascuas!!!

Me gustan mucho los nombres de ellas, Etelvina, Ma Rosa, Coromoto.....

Dalia dijo...

Querida Rosa, gracias por tus felicitaciones.

Querida Marga, me alegra mucho que te guste la historia.

Querido Angel, tambien en las historias tristes se puede encontrar el sol.

Querida Pon, yo creo que Etelvina era un nombre de moda hace años en Venezuela... Coromoto es bastante comun incluso ahora, asi se llamaba el Indio al que se le presentó la Virgen, aqui en Venezuela. En su honor la imagen de la Virgen que el vio se llama Virgen de Coromoto, y es la Patrona de Venezuela.