Candy Candy

Candy Candy es una serie animada japonesa que tuvo origen en los mangas, y cuenta la historia de una pequeña huérfana dejada en una casa de niños sin padres llamada “El Hogar de Pony” y toda la serie de aventuras que vive en su infancia y juventud buscando su lugar en el mundo y la felicidad.

Es un poco raro hablar de algo que fue parte de tu infancia, y gracias a lo cual descubriste y formaste tantas emociones y principios que pasarían a formar parte de tu vida de adulto.

Me imagino que todos tuvimos una caricatura, héroe o un personaje favorito en tu niñez, en mi caso fue Candy. Ella representaba para mi una especie de modelo a seguir, alguien que sabía reír a pesar de tantas tristezas y problemas, que sabía ser fuerte y encontrar el valor donde no lo había, sin abandonar su búsqueda del amor y la felicidad, enseñando a quienes la veíamos el valor de la amistad, el coraje y la lealtad.

Aún hoy en día, mis amigos suele hacerme bromas al respecto, y decirme “pero si Candy era una putica que salía con Anthony y con Terry, y fue novia de todos los muchachos que conoció a lo largo de los muchos capítulos que duró la comiquita”.

Y aún hoy, hago oídos sordos a sus comentarios, pues no creo que ninguno de ellos haya visto como yo todos los capítulos, y hayan descubierto la cantidad de valores y enseñanzas que tiene este dramático dibujo animado japonés.

Ciertamente, al final es un poco decepcionante, después de tantas aventuras, romance y tantos días divertidos y duros, Candy vuelve a su hogar y origen, decide hacer su destino junto a esas nobles mujeres que formaron su infancia, y hacer su destino allí y al igual que ellas dedicarse a cuidar los niños sin padres que llegan al Hogar de Pony. Pero los que conocemos la historia a fondo, sabemos que existe una esperanza de que tal vez haya podido encontrar la felicidad junto a ese Albert quien siempre estuvo con ella (y que resultó ser nada menos que el Tio Abuelo William), aunque alguien como Terry (su segundo gran amor luego de la muerte de Anthony) es casi imposible de olvidar y quien fue en el que le enseñó el verdadero significado de la palabra “amor” y entrega.

Pasaran muchos años, pero esa chiquilla de acento argentino (allá fue traducida al español), que sabía enlazar como vaquero, montar a los árboles, vivió en Londres, fue enfermera, una amiga fiel, y se enamoró con todo el corazón, siempre será parte de la historia de mi vida.