martes, agosto 08, 2006

Si no puedes arreglarlo...

Si no puedes arreglarlo entonces tienes que aguantarte. Esas palabras constituían una de las grandes reglas por las que Ennis se regía en la vida.

Porque después de todo ¿Qué más le había enseñado la vida? ¿Quién más podía aguantar lo que le había tocado vivir en sus cortos años de existencia? Sus padres habían muerto irremediablemente en ese estúpido accidente de transito, ¡por Dios! ¡Si se habían ido a voltear en la única curva que tenía la endemoniada carretera! No había podido culminar sus estudios en la escuela secundaria cuando la transmisión de la camioneta se dañó, pero ¿porqué se atrevió a pensar que si estudiaba el bachillerato tendría una vida mejor? La escuela no era para muchachos como él; para él estaba hecho el trabajo duro, levantarse antes del alba y partirse el lomo como un animal de carga, ¿Qué más tenía la vida? Todo era trabajar y tener algo para mantenerse, algo que llevarse a la boca y calmar el hambre.

¿Su familia? Sus hermanos habían hecho lo que podían por él, a veces por las buenas y a veces a los cogotazos, pero hasta que había aprendido a valerse por si mismo, a arrear ganado, ordeñar y pastar, lo habían ayudado y mantenido con lo poco que podían conseguir.

Nada más podía exigir de ellos. Ahora tenían sus propias vidas, sus propias familias y responsabilidades para estar pendientes de él y de sus necesidades.

Cuando conoció a Alma, pensó que había conseguido algo que le daba un poco de sentido a su existencia, ya no trabajaría solo para tener algo de comer, lo haría para cuidar de ella y la familia que tendrían, porque ¿Qué más podía hacer que tener unos cuantos críos con esa chiquilla? ¿Qué más podía aspirar? Una lata con unos cuantos billetes era la base para su porvenir.

Ahora que había llegado a Brokeback Mountain, trabajaría con un jovenzuelo de cabellos negros y rizados, un muchacho sonriente y abierto como él jamás lo sería, con unos ojos como dos pedazos de cielo, deslumbrantes de tanta vida; y en este ahora, su mundo se había puesto de cabeza, no hacía otra cosa sino pensar en él, en ese tal Jack Twist, ese mismo que fanfarroneaba montando la yegua, el que decía que era tan bueno en los rodeos, que los toros no lo lanzaban al aire, el que se quejaba todo el tiempo por el trabajo que le había tocado en la montaña, ese muchacho tosco e ingenuo, había abierto todo un nuevo mundo para él, que le había sido desconocido hasta ahora.

Con él había conocido la pasión, las carcajadas, los golpes amistosos, las miradas a los ojos, conversaciones sinceras, besos cálidos, trivialidades compartidas, cantos al atardecer, chistes subidos de tono, el olor de unos cabellos, compartir una botella de whisky, el respeto por la opinión ajena, el deseo físico, el significado de una armónica, la belleza de la aurora, la blancura de la luna, y miles de cosas más que no podía ni sabía describir.

Pero no podía pasar, como todo en la vida, esto también tenía un fin, y el cierre del ciclo que había vivido con Jack en la montaña ya se había cerrado… no había solución… tenía que aguantar… Alma le esperaba sonriente e ilusionada, lista para hacer sus votos matrimoniales y mudarse con él donde pudieran vivir. ¿y Jack? ¿Qué pasaría con Jack Twist y todo lo vivido en la maldita montaña? Nada… Nada de nada.

Sería ahora solo un recuerdo, uno que querría borrar como fuera posible, para no sufrir el tormento de extrañarle, uno que llevaba tatuado en su alma como si se lo hubiera grabado con fuego. No importa cuantas veces se emborrachara, cuantas horas extras trabajara, que se agotara hasta el extremo para llegar extenuado a su casa, y luego tratar de compartir su vida de casado con Alma; nada de eso importaba, Jack siempre venía a su mente junto a una sensación de abandono, en ocasiones incluso revolviéndole las entrañas de dolor y tristeza, como una idea palpable de la soledad que vivía, día a día, y que Alma ni nadie podría curar.

Si uno no puede solucionarlo tiene que aguantarlo. Lo difícil es encontrar la manera de lograrlo, de resistir la vida que le había tocado.

Tal vez cuando naciera su primer hijo, lo que ocurriría muy pronto, se sentiría vivo de nuevo, podría sonreír otra vez, tendría una nueva razón para tratar de ser feliz o al menos haría su vida más grata, porque el azul de la mirada de Jack, eso no lo tendría de nuevo, excepto cuando en sus sueños y en su imaginación volvía a Brokeback Mountain. Tendría que conformarse con eso pues nada más tenía. Tal vez algún día sería suficiente. Solo tal vez…

6 comentarios:

Alas dijo...

Y Ennis cómo aguantaba, cómo se hacía daño y se negaba a lo innegable...

Pero tuvo un Jack, que lo agarraba de las solapas y lo remecía hasta hacerlo sentir...

Qué hermosa y triste reflexión, Dalia querida...

Anónimo dijo...

Dalia, como siempre bello como todo lo que escribes!

Es una pena ver que tanbién nuestro querido Ennis sufra tanto..pero tuvo la mayor suerte del mundo de tener un Jack en u vida.

Ana desde el Sur del Mundo dijo...

Oh Jack, Te juro...
que aunque no podré verte más,
nunca te olvidaré.
que aunque deba ser un secreto,
te soñaré cada noche.
que aunque no te tendré más ahora,
rogaré que haya un cielo donde te vuelva a encontrar.
que aunque no tiene remedio, esto no lo aguantaré tratando de sacarte de mi corazón,
yo seguiré amándote.

Dalia dijo...

Gracias Anonimo por tu amable comentario.

Que lindo Anita, me gustó mucho.

un-angel dijo...

Menos mal que hemos recuperado un poco la compostura después de la Jakemanía del post anterior, jaja...
Como dice mi querida Alitas, es hermoso y triste a la vez, gracias.

you dijo...

Ennis Ennis y Jack jack, y la vida es así y no hay mas remedio que aguantarse, q dolor tenia Ennis q hasta le hacia vomitar,

eso es dificil de esplicar...